Introducción
El rendimiento deportivo depende de diversos factores socioeconómicos, culturales, ambientales, personales, etc., entre los que podemos mencionar la genética, el entrenamiento y la alimentación. Esta última es un factor muy importante a la hora de lograr el éxito en un deporte, hasta tal punto que el tiempo de entrenamiento y preparación pueden verse malogrados por una alimentación incorrecta o por deshidratación1.
El fitness es una disciplina deportiva que tiende al mejoramiento de la figura corporal y a un estilo de vida saludable basándose en el entrenamiento con ejercicios de sobrecarga o pesas2. Entre los aficionados a esta modalidad deportiva es frecuente la tendencia a la sobrealimentación con el objetivo de conseguir una mayor masa muscular. Esta sobrealimentación se lleva a cabo normalmente agregando comidas, meriendas ricas en carbohidratos y/o consumiendo suplementos, con el fin de incrementar la ingesta calórica. Sin embargo, diferentes estudios han demostrado que sólo el 30-40% del peso incrementado es masa muscular, siendo la mayor parte de este incremento grasa, lo cual puede significar una alteración no deseable en la composición corporal para esta población deportiva3-5.
Este grupo de individuos presenta, además, características que incrementan el riesgo de hábitos alimentarios poco saludables, es el caso de la edad (estos deportistas suelen ser adolescentes y jóvenes adultos que adquieren con mayor rapidez determinadas conductas y creencias populares erróneas) y el impulso por obtener un cuerpo musculado y socialmente aceptable en un corto periodo de tiempo y sin demasiado esfuerzo.
Basado en estas esvidencias, el objetivo del presente trabajo fue evaluar el estado nutricional y las características alimentarias de jóvenes que practican fitness a fin de determinar si el aporte nutricional es acorde con sus necesidades y en qué errores de alimentación incurren.
Método
Sujetos
El presente estudio fue de tipo observacional, descriptivo y transversal. La muestra estaba formada por 113 adolescentes y jóvenes de sexo masculino entre 16 y 30 años de edad que practicaron fitness de forma no profesional, pero con una frecuencia de 5 veces a la semana y una duración de entre 1 y 1 hora y media por sesión.
Procedimientos
Para la determinación de peso y talla se utilizó una balanza de pie con tallímetro marca CAM siguiendo protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)6 y de la Sociedad Internacional para el Avance de la Cineantropometría (ISAK)7; se calculó, además, el índice de masa corporal (peso/talla2)8.
Estudio alimentario
Se confeccionó una encuesta de frecuencia de consumo cuali-cuantitativa tomando como referencia encuestas aplicadas en otros trabajos de investigación realizados por nuestro grupo9,10. Con el objeto de obtener la ingesta calórica y de nutrientes se convirtieron los tamaños de porción de alimentos obtenidos en la encuesta, en cantidades equivalentes utilizando como referencia las tablas elaboradas por Herrera et al11 y Viera de Batista et al12.
Se utilizó el software DIETPLAN para Windows13 adicionando datos sobre la composición química de alimentos para los nutrientes vitaminas A, E, B12, magnesio y zinc, obtenidos de la Tabla de Composición Química del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)14.
Las necesidades de energía se calcularon teniendo en cuenta el metabolismo basal (FAO/OMS/UNU)15; el gasto energético en actividades hogareñas, ocupacionales, recreativas y deportivas según una tabla elaborada por Katch et al16 considerando la frecuencia y duración de la sesión de entrenamiento; y el gasto por la realización de otras actividades (ocupacionales y discrecionales)15.
Para el cálculo del requerimiento de proteínas se tomó como referencia un valor de 1,2 g/kg/día, puesto que al ser jóvenes físicamente activos sus necesidades son mayores a las de individuos sedentarios17-22.
Análisis estadístico
Se utilizaron medidas de tendencia central y de dispersión para las variables cuantitativas y porcentaje para las cualitativas.
La prueba de la t de Student, con un nivel de significación del 95%, se aplicó en el análisis de la ingesta de energía y nutrientes de la muestra estudiada respecto de las necesidades de este grupo de individuos; se utilizó la herramienta informática Graph Pad Prism 3.023.
Resultados
Del total de jóvenes encuestados, el 8% fueron adolescentes y el 92% restante fueron adultos jóvenes.
Con respecto al estado nutricional, el 21,24% de los individuos presentó un peso adecuado, el 61,06% se encontró en sobrepeso (IMC 25-29,99), el 17,70% de la muestra presentó obesidad grado I (IMC 30-34,99), y no se encontraron individuos con bajo peso. Así, el 78,76% de los jóvenes presentó malnutrición por exceso (61,06%), siendo el sobrepeso la forma predominante.
La estructura calórica de la dieta media consumida por los jóvenes estudiados estuvo distribuida, en orden decreciente, por los siguientes grupos de alimentos: a) grupo de las carnes y huevos, que aportaron cerca del 25% de las calorías del valor calórico total (VCT); b) cereales y derivados, incluido el pan, y c) frutas y verduras. Siguieron en orden de importancia decreciente los lácteos, las grasas, las bebidas, los azúcares, etc. (fig. 1).
Fig. 1. Estructura calórica de la dieta por grupo de alimentos.
Con respecto a la frecuencia de consumo general por alimento, los lácteos (leche y queso), la clara de huevo, la carne de vaca, las frutas del grupo A y C (plátano), los cereales, el pan, los azúcares-dulces y las grasas-aceites fueron los alimentos con mayor porcentaje de frecuencia alta de consumo. Por su parte, el pollo, los vegetales de los grupos A, B y C, las legumbres y los fiambres en general exhibieron una frecuencia media de consumo, mientras que la yema de huevo, el pescado, las frutas deshidratadas y las vísceras mostraron el mayor porcentaje para el ítem "no consume" (tabla 1).
La mayoría de los jóvenes presentó una alta frecuencia de realización de las 4 comidas principales (desayuno, almuerzo, merienda y cena), y 2 colaciones (snack) (tabla 2).
Los entrevistados realizaban con mayor frecuencia 6-7 comidas al día (41,5%). Contrariamente, el 38,9% fraccionaba su alimentación en 4-5 comidas, el 16,8% lo hacía en 2-3, mientras que el 3,53% logró fraccionar su alimentación en 8-9 comidas (fig. 2).
Fig. 2. Número de comidas diarias realizadas por los deportistas estudiados.
En relación a la composición de la ingesta alimentaria, todos los nutrientes estudiados presentaron un consumo excesivo respecto a las necesidades nutricionales (tabla 3). La dieta resultó hipohidrocarbonada (los hidratos de carbono aportaron el 49,46% de las calorías totales), hiperproteica (22,67%) y normograsa (27,87%) con respecto a las recomendaciones de la FAO/OMS24 para una dieta normal (el 55-60% para hidratos de carbono, el 15% para proteínas y el 25-30% para grasas) (fig. 3).
Fig. 3. Aporte calórico promedio de macronutrientes al valor calórico total.
Además, se determinó la variedad de la alimentación, así como la cantidad de alimentos que conforman el 80% de la dieta. Esta estuvo conformada por entre 35 y 40 alimentos y la variedad fue escasa en el 98,2% de los jóvenes.
Discusión
Los resultados de este estudio revelan que los jóvenes que practican fitness incurren en algunos errores alimentarios que pueden perjudicar su actividad deportiva. El primero de ellos es la sobrealimentación, posiblemente como estrategia para conseguir una mayor masa corporal. La ingesta excesiva de nutrientes se acompañó de un incremento en la frecuencia diaria de consumo de alimentos (6-7 comidas/día), relacionándose, además, de forma directa con un elevado valor calórico total ingerido. Esta ingestión excesiva de calorías (un 138% en relación a las necesidades) podría explicar la elevada frecuencia de sobrepeso y obesidad como formas frecuentes de malnutrición observadas en esta población.
Forbes et al investigaron, en jóvenes sanos, los efectos de tres semanas de sobrealimentación sobre la alteración en la composición corporal. Los resultados revelaron que la masa corporal aumentó en promedio 4,4 kg y que la masa muscular se incrementó en 1,7 kg, representando el 38% del aumento total de peso25. Estos datos indicarían que el uso de la estrategia de sobrealimentación para el aumento de la masa corporal provocaría un aumento de peso predominantemente basado en la masa grasa. Por otra parte, la ganancia extra de grasas en el cuerpo aumentaría la posibilidad de padecer, a largo plazo, enfermedades metabólicas4.
Otro de los errores alimentarios que presentó la población en el presente estudio fue el consumo excesivo de nutrientes. En esta línea, las proteínas tuvieron una ingesta promedio de 2,7 g/kg/día. Este tipo de ingestas se correspondió con la elevada frecuencia de ingesta de los grupos de alimentos fuentes de proteínas, como las carnes, los huevos y los lácteos. Resulta interesante considerar que la ingesta excesiva de proteínas ha sido relacionada con alteraciones como la deshidratación, una mayor excreción urinaria de calcio y una reducción en el rendimiento físico. Además, si el excesivo consumo de proteínas es acompañado de un aporte insuficiente de hidratos de carbono, las primeras podrían ser utilizadas por el organismo para proveer energía, lo que implica un mayor trabajo para determinados órganos y sistemas. Por otra parte, una vez que el organismo ha utilizado la proteína para sus funciones específicas convierte el exceso en grasa, que se acumula como energía de reserva4; este sería otro mecanismo que explicaría el exceso de peso del grupo estudiado.
La ingestión de los demás nutrientes también resultó excesiva, con porcentajes superiores a las necesidades; es el caso de la vitamina E (un 168% de las necesidades) y la vitamina B12 (833% de las necesidades).
En este sentido, se ha observado que la megadosis de nutrientes (10 veces la recomendación) puede provocar daño tisular en diferentes órganos. Es el caso del zinc, cuya ingesta excesiva favorece la pérdida de proteínas por orina, afecta la absorción de cobre y produce un deterioro del sistema inmunitario. El hierro es tanto un nutriente esencial como un tóxico potencialmente dañino para las células. Tiende a acumularse en el hígado como hemosiderina, lo cual puede producir hemocromatosis; además es un prooxidante, que puede oxidar el colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad (LDL)26. Contrariamente, las vitaminas hidrosolubles no son nocivas para el organismo debido a que los excesos se eliminan por la orina. Sin embargo, las vitaminas liposolubles, en niveles superiores a la ingesta tolerable (NSIT), producen síntomas de toxicidad como náuseas, cefaleas, fatiga, daño hepático y del bazo y dolor articular para el caso de la vitamina A. El exceso de esta vitamina estimula la resorción ósea e inhibe la formación de hueso, lo que lleva a una pérdida ósea y contribuye a la osteoporosis.
Para la vitamina C los síntomas más comunes de toxicidad son diarreas y cálculos renales26.
Finalmente, otra característica destacable en la alimentación de este grupo fue la escasa variedad y la monotonía en la ingesta diaria, ya que se consumieron siempre los mismos grupos de alimentos (carnes, huevos y lácteos). Resultados similares fueron encontrados por Valussi27 en un estudio realizado con fisicoculturistas, quienes reportaron que estos deportistas consumían una dieta basada casi exclusivamente en alimentos proteicos. Esto soporta la teoría de que aquellos individuos que entrenan fudamentalmente con trabajo de sobrecarga o pesas (como el fitness), suelen considerar que requieren mayor consumo de proteínas en su dieta, basándose en la relación que tienen estas con el desarrollo de la masa muscular, y por ello eligen preferentemente aquellos alimentos que aportan estos nutrientes.
Los desequilibrios en la alimentación de los jóvenes que practican fitness pueden ser el punto de partida para la implementación de programas de educación alimentaria dirigidos a promover la ingesta adecuada de nutrientes, fomentar la consulta al profesional nutricionista y concienciar acerca de la importancia de una alimentación equilibrada en la cobertura de las necesidades nutricionales derivadas de la actividad física. Además, la realización de estudios similares en deportistas de distintas disciplinas serviría para encontrar similitudes o diferencias con los resultados hallados en el presente estudio.
Agradecimientos
Las autoras de este trabajo desean mostrar su agradecimiento a la Mg. Gladis Marta Romero por su colaboración en el análisis estadístico del presente estudio y a la Profesora Graciela Saravia en la corrección del Abstract.
Correspondencia:
V.C. del Castillo.
Consejo de Investigación. Universidad Nacional de Salta.
Avda. Bolivia, 5150.
Salta. Argentina.
Correo electrónico:
delcast@unsa.edu.ar
Historia del artículo:
Recibido el 19 de marzo de 2009
Aceptado el 12 de julio de 2009